martes, 11 de marzo de 2014
Diario.
Diario
Sábado, 1 de febrero del 2014
Querido diario:
Hoy mis padres me contaron, a las 7:00 de la mañana, que mi abuela quería que nos encontrásemos con ella en la feria.
Yo, casi dormida me sentí un poco contrariada,¿por qué mi abuela quería que fuese a la feria con ella?
Dudosa, a las 10:00, mis padres y yo nos dirigimos a la feria.
Allí me encontré con mi abuela. Ella me dijo que la acompañase a la sección de animales del lugar en el que estaba. ¿Por qué?
Cuando llegué a ese sitio se me aclararon todas las dudas; mi abuela me quería comprar un animal de compañía y yo, contenta, elegí a un conejo, el único animal que mi madre me dejaría tener.
Yo lo cogí, ¡era precioso! Su pelaje aterciopelado era gris; sin embargo su barriguita blanca como la nieve hacía contraste con sus patas color canela. Me sentí muy agradecida hacia mi abuela y le di un gran abrazo de oso.
Mas tarde Virtudes, mi abuela, me dijo que, si yo quería, podía ir a comprar todo lo necesario para el roedor a ´´Kiwoko``,una conocida tienda de animales. Y así fue, compré una jaula naranja, unas barritas de premio, piensi, heno, un comedero y un bebedero.
Al llegar a casa le preparé su nueva casa a Tambor, (mi pequeño gazapo).
Unas horas después, me fui a la cama con el corazón aún emocionado a causa del inesperado regalo que me tendió mi abuela habría dos horas.
A las doce, se oyó un ruído estruendoso y me desperté. Asustada, abrí la puerta del piso y vi que el ascensor se había quedado retenido. Yo corrí hacia mi vecino. Este era el único que poseía unas llaves para salvar a Margaret, la vecina retenida. Él sacó las llaves de un extraño y oscuro mueble, y se dirigió al 6º, piso en el que el ascensor se había quedado retenido . Yo mientras mi vecino salvaba a Margaret, pensé en las miles d veces que yo me había quedado encerrada en el ascensor y tuve una idea; le diría a Regina, la presidenta, que pensara en el hecho de aprobar una derrama comunitaria para arreglar o cambiar el ascensor.
Después de diez minutos, con Margaret ya a salvo, me dirigí pausadamente a mi casa. Abrí la puerta intentando no hacer ruído, pero mi padre se dio cuenta, se levantó y me echo la bronca. Yo le tuve que contar que gracias a mí, Margaret se había salvado de un ataque de pánico y tras una pequeña discuta, me fui a la cama. Exhausta me dormí en el mismo instante en el que me rendí en mi cama.
Patricia Mosquera Aranguren, 5ºB.
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